Los zapotecas
Toda oscuridad era
cuando nacieron los zapotecas.
Brotaron de los viejos árboles,
como la ceiba,
del vientre de las fieras nacieron,
como el tigre, el lagarto.
Al caer la gran luz
que lanzó el sol alto,
nuestro padre grande,
entrelazaron sus manos
con las nutrias,
también madres nuestras.
Se salvaron los zapotecas
al flotar sobre el agua
como tortugas grandes.
Se inundaron de agua
como sierpes celentéreos,
cargando sus hijos en los pezones.
Una lengua antigua
se les enredó en el alma
y se llamaron gente Záa,
que habla la lengua zapoteca,
dulce, misteriosa, mágica,
que aún se conserva limpia,
grande como las montañas,
fuerte como el puma
y el ocelote, los viejos
padres y madres, hermanos.
La lengua de los zapotecas
es la voz de los árboles,
el canto de las aves,
el rumor del sol, el viento,
las estrellas, el mar, los ríos
anchos como el mismo cielo.
Es la lengua de los dioses,
de los padres y hermanas fieras,
como el ocelote, el lagarto
y las tortugas de ojos cansados.
Es el sonido de los seres invisibles,
de las montañas, el aire, el limo
de la naturaleza visible, movible.
Nacidos de las raíces
de los grandes árboles,
de las entrañas de las fieras.
La ceiba, el zapote, el tule,
jazmínes y lirios silvestres
son los padres tutelares.
También el tigre, el ocelote,
el lagarto, los coyotes, las nutrias
han sido los abuelos milenarios.
Por eso el río ha cobijado
los vetustos árboles
y dado de beber a los animales
que engendraron a los zapotecas.
Las ramas de esos seres vuelan al aire
y el rugir de las fieras se oye
en los montes de espinas erizadas.
Los abuelos son los antiguos Záa
que cruzaron las aguas y montes
del valle de Oaxaca.
Sus ojos era llamas en la noche,
su alma era intrépida desde entonces
y se guiaron por los rizos del sol,
su antiguo padre también.
Se alimentaron dc fruta,
vistieron la piel de las fieras,
oían el canto del caracol de mar.
Después de caminar muchísimo
y dialogar con la luna y los luceros,
los cobijé la sombra de los cerros,
los ríos y Iagunas de Oaxaca,
la de la tierra caliente
para estar cerca del sol.
Sus hermanos son los peces.
Guijazo, Gubiidxa Zóo,
Atalaya, vidente,
el que mira a lo lejos
y brilla como el sol padre.
Tú eres nuestra sangre primera,
tu albo vestido iluminaba
el camino de los zapotecas.
La luz de tu inteligencia
guiaba a los sacerdotes
para decir la palabra Záa,
impelías a los guerreros
en defensa del honor,
los territorios, los mares
y los ríos que nacieron
a tu costado azul, celeste.
Tus manos eran cometas
que cruzaron el cielo a la hora
del nacimiento de los abuelos
que trillaban nubes, espuma,
peces, lirios, bogavantes.
Huijazóo, Gubiidxa Zóo,
aún presides el alma indócil
de los Záa y aún te lloran
como se gime frente al gran sol.
En este poema, “Los Zapotecas”, Matus comparte un recuento lírico de la historia del origen de los zapotecas del istmo (binnizá), que vive a lo largo de la costa pacífica en el sureste de Oaxaca, México. La estrofa final del poema hace referencia a Gubidxa, el nombre de una deidad zapoteca (y también la palabra sol). La lengua zapoteco del istmo, o didxazá, es una de las más de doscientas treinta lenguas indígenas que se hablan hoy en día en México. Lo más probable es que era la primera en tener una forma escrita, hace 2.500 años. Matus creó sus poemas bilingües en didxazá, utilizando un sistema ortográfico que él mismo desarrolló, y en español.
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